lunes, junio 20, 2005

segunda parte...

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El ritmo del día cambio ligeramente después de las unilaterales acciones del extraño. No tanto por la violencia perpetrada, esta parte es rutina para Bernardo Akita desde que se vive en esta zona horaria, sino porque su preciada navaja fue doblada en un ángulo algo inadecuado en medio de la frenética actividad. Además, inadvertidamente separo con ella una variedad de tejido epitelial de su agresor, el cual se alejo rápidamente, mientras repartía una larga y peyorativa serie de guturales sonidos, dejando como memento un ligero rastro de material hematico.

Con una evidente cara de preocupación, Bernardo inspecciono la pieza metálica. La irregular forma apenas si manchada de rojo. Por un par de minutos pensó en utilizar el microondas como conclave casero, solo para recordar que con su modelo lo mas que lograría seria un moderado incendio, y no quería pasar por eso otra vez en esta semana.

Resignado, después de diligentemente quejarse monosilábicamente sobre sus dos nuevos moretones, de guardar en una bolsita de plástico la navaja, de la misma manera en que lo vio en la te, y de nuevamente soltar un par de reglamentarios quejidos al tocarse explorativamente las costillas en busca de un hueso roto, que hoy no fue ese caso, saco su rasuradora eléctrica y se deshizo de cuanto vello facial encontró en su persona. Terminado esto tomo su mochila y se largo a la escuela.

Poca gente de su vecindario tenia una idea de quien era, o porque estaba aquí. No les preocupaba, tenían cosas mas interesantes en su vida, como los ardientes debates sobre que cerveza es mejor para hacer una michelada, o pretender ser expertos en fútbol. Eso no significaba que no se hablara sobre el entre comerciales, o mientras se esperaba en la fila para las tortillas. Solo que las invenciones de las amas de casa y demás ingenieras en chisme y otras ciencias sociales tenían mas sabor que la realidad. Una versión muy popular lo mostraba como un veterano samurai kamikaze que le hizo harakiri al emperador. El hecho de que es por definición imposible (a menos que se sea un judicial) suicidar a alguien, que la casta samurai no ha existido por siglos y que un kamikaze no podría ser veterano a menos que fallara demasiadas misiones no parecía causar incredulidad en ninguno de los cultos vecinos.

Otra teoría es que era el hermano perdido de la tortillera. La tortillera no podía convencer a su hijo que esto no era cierto, ni siquiera mostrándole que ella era única, que apenas si se parecían físicamente, y que su madre, que murió de parto, tenían demasiado tiempo muerta como para concebir, y mucho menos dar a luz a un hijo 15 años menor que ella. Pero estos hechos no detendrían a Lisandro "Pako" Ferguez, en su lucha por traer a ese, en sus palabras, "maldito abandonador de hermanas".

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta tu humor y narrativa, me divertí con tu historia, igual he disfrutado anteriores posts tuyos.