El domingo pasado presente el examen de primer nivel de conocimientos del idioma japones.
El clima reflejo a la perfección el sentimiento de la masa humana que se dirigía. Nublado, frió, en el balance justo para hacer el día deprimente, ni un grado celcius menos, ni uno mas. El lugar del examen estaba a un viaje de 40 minutos en tren. Dormir fue una acción que mi cuerpo hizo en los intervalos que podía vencer a mi de por si pobre voluntad. Este año no estoy seguro de haber querido hacer este examen. Pero, ¿quien hace un examen por gusto? Yo... pero no esta vez.
El mapa que se incluía en la postal que fungia de reglas, comprobante y emanador de preocupaciones no fue necesario. Todo lo que se tiene que hacer en estas ocasiones es seguir el flujo de no japoneses. Aun con la posibilidad de que se fuera a celebrar alguna festividad china de la que no estoy consciente, el seguirlos me llevo hasta el lugar del evento, con el mínimo de esfuerzo mental. Eran apenas las 8:30am.
Una hora antes de que comenzara el examen. Nada que hacer. No desperdiciaría el precioso tiempo estudiando. Lumines salto casi por magia; lo utilice para mantenerme despierto y cuerdo. La calefacción del enorme salón y las herméticas puertas formaban un técnicamente perfecto equipo, elevando la temperatura lo suficiente para quitarnos cualquier saco que pudiera ocultar diccionarios electrónicos o cualquier otro accidental método de trampa. Los japoneses siempre tan amables.
El clima reflejo a la perfección el sentimiento de la masa humana que se dirigía. Nublado, frió, en el balance justo para hacer el día deprimente, ni un grado celcius menos, ni uno mas. El lugar del examen estaba a un viaje de 40 minutos en tren. Dormir fue una acción que mi cuerpo hizo en los intervalos que podía vencer a mi de por si pobre voluntad. Este año no estoy seguro de haber querido hacer este examen. Pero, ¿quien hace un examen por gusto? Yo... pero no esta vez.
El mapa que se incluía en la postal que fungia de reglas, comprobante y emanador de preocupaciones no fue necesario. Todo lo que se tiene que hacer en estas ocasiones es seguir el flujo de no japoneses. Aun con la posibilidad de que se fuera a celebrar alguna festividad china de la que no estoy consciente, el seguirlos me llevo hasta el lugar del evento, con el mínimo de esfuerzo mental. Eran apenas las 8:30am.
Una hora antes de que comenzara el examen. Nada que hacer. No desperdiciaría el precioso tiempo estudiando. Lumines salto casi por magia; lo utilice para mantenerme despierto y cuerdo. La calefacción del enorme salón y las herméticas puertas formaban un técnicamente perfecto equipo, elevando la temperatura lo suficiente para quitarnos cualquier saco que pudiera ocultar diccionarios electrónicos o cualquier otro accidental método de trampa. Los japoneses siempre tan amables.
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