jueves, noviembre 17, 2005

deja concu (guacamole clonico)

Cualquiera que se haya sentido estúpido por no haber encontrado sus llaves, cuando estas estaban justo frente a el, se sentiría aliviado de saber que las llaves precisamente atraen la mayor cantidad de desfases espacio-temporales, solo después de los calcetines y los pagos. Pero es mas fácil sentirse estúpido, porque es mas creíble, y ultimad amente, lo mas posible.

Los bugs, glitches y demás cajeteadas que ocurren en lo que nuestra joven raza conoce como flujo temporal, son notorias por la relativamente poca conmoción que causan. La mente de casi todo ser consciente interpreta las irregularidades que encuentra como cosas que no son de su incumbencia, y que no les dará mayor importancia que ponerle algún nombre en francés, o el idioma de la tribu con el mejor pan de su raza.

En ocasiones, uno de estos minúsculos glitches, trae consigo algo mas que una "temporal" inconveniencia.

Seguramente los franceses tenderán un termino para "pre-concebido".

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Cuando Tiempo cayo por la escalera, una diminuta, nanometrica, casi insignificante rasgadura en el espacio tiempo se creo. Apenas si un túnel, un parpadeo milímetrico entre una tarde en el laboratorio de Tokio, un viernes de enero del año cristiano de 1995, y una mañana en Puerto Vallarta en el verano de 1962, donde la fértil matriz de una linda recién casada recibiría mucho mas que un baño de sol, y las atenciones de su candoroso esposo no serian las únicas tampoco.

Eventos como este, o similares, son altamente improbables. En la historia de la humanidad apenas si han ocurrido 4 veces, y dos de ellas causaron la muerte de un joven e imprudente lechero. Este no seria el caso. Ni siquiera el asiático fenotipo de la niña causaría sospechas, siendo su sustituta madre descendiente otomi. La madre estaba feliz, el "padre" también, orgulloso de su puntería. Lo mas difícil para ellos seria dar con el nombre para su hija.

Mucha suerte, dirían algunos. La prueba de que un Dios existe, dirían otros. Otra babosada de Tiempo, diría San Canuto.

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